La historia
Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Historia de España habrá de contemplar como el espíritu ilustrado de la Corte de Carlos III acomete una serie de reformas sociales encaminadas a procurarle al pueblo llano la felicidad que éste no podía procurarse por si solo. Se trataba de dinamizar las estructuras agrarias que habían estado anquilosadas durante siglos, dando lugar a una nueva clase de propietarios agrícolas procedentes de los grupos menos favorecidos, a los que se les cedería la tierra suficiente que pudieran cultivar junto a su familia (unas 50 fanegas de entonces, 33 hectáreas de hoy) y con la pudieran vivir.
Con 6.000 colonos alemanes y flamencos, todos ellos católicos en teoría, reclutados en Centroeuropa por el aventurero bávaro Juan Gaspar de Thürriegel, algún que otro francés, italiano, suizo y austrohúngaro, además de algunas familias catalanas, valencianas y gallegas, se llenaron de pequeñas y ordenadas poblaciones los márgenes del camino real que unía —y sigue uniendo— Madrid con Andalucía, y el cual quería protegerse de bandoleros y salteadores.
En pleno mes de agosto de 1767, un mes antes de que llegaran los primeros colonos, Pablo de Olavide decidió que junto a la antigua Venta de Guadarromán se construiría una de las tres primeras de aquellas poblaciones, la que andando el tiempo sería lo que hoy conocemos como Guarromán.
Pero no serían aquellos colonos agricultores los únicos que dieran vida a esta tierra ni a este pueblo, casi un siglo después, allá por 1861, al amparo del resurgir de las minas de plomo y plata de Sierra Morena, comenzarían a llegar a Guarromán mineros procedentes, sobre todo, de Almería (los tarantos) y de la baja Alpujarra de Granada (los mangurrinos), que junto a los descendientes de los colonos alemanes y suizos terminaron por configurar lo que hoy es el paisaje y el paisanaje de Guarromán, abiertos, tanto uno como el otro, a los horizontes de una agricultura innovadora de cultivos bajo abrigo, y a una proyección industrial y de servicios en torno al antiguo camino real –hoy autovía de Andalucía, nacional IV— que nos viera nacer hace ya casi dos siglos y medio.